Quiromancia

Todo sería más fácil si nos habláramos claro, si desde el principio supiéramos lo que queremos. Si no tuviéramos que oler cada desodorante del supermercado antes de elegir alguno- Dijo Paula al vendedor de elotes que accidentalmente tocó su mano al entregarle el cambio haciendo que saltara de lo que podría ser asco o susto. Se preguntaba qué hacía formada en esta fila que a pesar de medir el largo de media hora no fue suficiente para tomar su decisión. Un apurele güerita irrumpió en su monólogo. Cerró los ojos y señaló tres frascos al azar de los cuarenta que había en el carrito. Salió de la formación, tomó un poco de aire para recuperarse del evento recetado por su terapeuta y dio el primer bocado. Lo que engulló materializaba el ejercicio de su libre albedrío.  En efecto, sabía a mierda.

Una vez entrada en calor con aquello de tomar decisiones, la adrenalina le inundó el cuerpo. Tomó una vieja lista de cosas por hacer antes de cumplir 21 y dirigió su rumbo a La casa del Tarot y Ciencias oscuras. En el papel estaba escrito “hacerte el manicure con amigas” pero si de vencer miedos se trataba, la quiromancia era aún más aberrante y por ello sería su siguiente destino. Una puerta roja en una pared gris, empujada al centro por las construcciones vecinas; como si la tierra misma se la quisiera tragar. No entró, se sentó en la banqueta y recordó que antes de ir al parque las Américas le había enviado un mensaje a Pablo. Éste seguía sin contestar. Quizá estaba dormido. Quizá no quería hablarle. Quizá acababa de morir y se murió sin querer responder. Del otro lado de la calle estaban cuatro hombres con camisa de teléfonos de México sacando chispas de un poste. Se puso de pie y llamó a la puerta. Entonces un sujeto con rastas o serpientes en el cabello le abrió. El pasillo filtraba tan poca luz que apenas lograba vislumbrar siluetas rojizas de cortinas, colgantes y uno que otro objeto. Antes de siquiera decidir entre huir o quedarse, se vio sentada frente a una bola de cristal -a ti no te gusta que te toquen las manos- dijo el sujeto, ahora con mas forma humana gracias al nuevo ambiente. Sacó un cristal del tamaño de un mosaico y, colocándolo sobre sus manos. dijo leyendo -en lo que resta del día recibirás una noticia importante y pisarás la antesala del infierno- su voz salía de una túnica sin rostro -¿A qué te refieres con…- Paula estaba de nuevo en la banqueta con cincuenta pesos menos en su cartera. Pablo seguía sin contestar. Los telefonistas se balanceaban sobre la escalera. Ella comenzó a sentirse mareada y notó que las manos le sudaban al igual que la frente. El poste resplandeció en centellas y un grito advirtió cuidado abajo

Al abrir los ojos Paula estaba en el hospital con una cubeta de vómito a un lado que dejaba ver uno que otro grano de maíz. A su izquierda había un sujeto en procedimiento de lavado de colon. Si esto no era la antesala del infierno no sé qué podría serlo. Al salir de la habitación encontró a Pablo con un globo en forma de corazón en la sala de espera -No puedo creer que arruines hasta estas cosas- dijo y le pidió ahi mismo que fuera su novia.

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